Chihiro: parte 1

Les quiero compartir la historia de Chihiro, y adicionalmente me gustaría contarles cómo la COMUNICACIÓN INTUITIVA (C.I) me ayudó para apoyar y acompañar a Chihi de la mejor manera, desde que la recogí en la calle, hasta su adaptación en el hogar, la socialización con mis otros gatos, y su tratamiento médico.

Hoy les voy a compartir cómo fue su llegada a la casa.

Chihiro era una perra abandonada, de unos 14 años, y alimentada por varios vecinos del barrio. Era muy miedosa, y no dejaba que las personas se acercaran mucho a ella. Tenía una herida cerca a su grupa, que se lamía constantemente; decían que era un tumor pegado al hueso. La saludaba cuando la veía y a veces se dejaba acariciar, pero se ponía muy nerviosa si notaba alguna otra intensión, como hacerle alguna curación o cortarle alguna rasta.

Un día, mi pareja y yo, nos encontramos con Chihiro. Ella vino a nosotres pidiendo afecto y cariño, ya nos conocía. Sentí inmediatamente que estaba muy cansada, con dolor, y hambre. Sentí que me dijo, “necesito ayuda”. Este fue el primer momento de C.I con ella; sentí lo que ella estaba sintiendo y no había duda de ello. Una de las formas de la C.I es a través de la clarisentencia, es decir, sentir o percibir lo que el/la otrx está sintiendo, emocional, mental o físicamente.

En es momento no sabíamos qué o cómo hacer, convivimos con tres gatos más, mil preguntas llegaron a nosotres pero dijimos, “llevémosla a casa y ya miraremos…”.  Caminamos de regreso a casa, alentándola para que nos siguiera. Llegamos a un punto en el que tocaba subir por una calle que ella nunca había transitado y frenó en seco, no tenía planeado moverse de ahí. Segundo momento de C.I con ella: Sentí que tenía mucho miedo de subir, que sabía que necesitaba ayuda, pero tenía miedo de lo que le pudieran hacer. Estaba con hambre y cansada pero no quería que la tocaran, ni su herida, ni sus rastas, nada. Se sentía vulnerable. En la C.I podemos recibir información, pero así mismo podemos transmitir información. Así que le dije mentalmente, “entiendo que tienes miedo, y respeto tu sentir. Te prometo que no voy a hacer nada que tu no quieras que haga. En casa puedes comer y dormir, todo va a estar bien.” Entendí que debía poner mis prioridades a un lado y respetar las de ella. Mi intención era llevarla al otro día a la veterinaria, bañarla y cepillarla, pero ella me mostró que necesitaba otras cosas primero. Necesitaba sentir que podía llegar a un lugar seguro, que podía confiar, relajarse y que sus emociones fueran tenidas en cuenta. Cuando hacemos una C.I podemos y debemos diferenciar nuestro sentir del sentir del otro. 

Suavemente le puse una correa en su cuello, y le dije, “vamos”. Sin ninguna resistencia ella subió hasta la casa y entró. Claudia ya le había arreglado una habitación, y los gatos estaban guardados en otra. Comió y durmió como si no hubiera dormido en años. 

Continúa… (aquí)