
La muerte. El día que Luna transcendió la habitación se llenó de una luz violeta, morada, cubriendo cada partícula de aire con su amor incondicional. Era como si se hubiera descomprimido un contenedor, un envase al vacío, y se hubiera liberado de su pequeño cuerpo todo su ser, esparciendo su amor, rodeándonos, envolviéndonos. Sentía tanto amor en mi corazón que no sabía si lloraba de tristeza o del amor profundo que me abrazaba y me contenía diciéndome, “todo está bien, yo estoy bien, gracias.” Éste era quizás su último regalo, ella sabía lo difícil que había sido para nosotres soltarla, pero cuando lo hicimos sólo podía sentir su inmensa gratitud y amor. Aún en ese momento seguía siendo nuestra maestra, sabia, serena, amorosa.
La enfermedad. 8 meses atrás, habíamos encontrado en su pecho una masa extraña. Nuestra primera reacción fue asustarnos y llenarnos de preguntas, ¿qué hacemos? ¿le dolerá? ¿la operamos? ¿será maligna? ¿por qué? Así que respiré profundo, solté todas mis preocupaciones y miedos y me senté a conversar con ella. En las conversaciones con Luna siempre sentí una sensación de serenidad, de calma y aceptación a la situación, sea cual fuera la situación.
Le pregunté, “¿cómo te sientes con esa masita?”
Me respondió, “me siento bien, estoy tranquila, no se preocupen por mí que estoy bien. La masa está haciendo su trabajo, no me molesta ni me duele, déjala ahí.”
No tenía sentido para mi lo que me estaba diciendo, ¿cómo puedes dejar ahí algo que te puede quitar la vida, o ponerte más enferma? ¿por qué no quitarlo, deshacerte de él? Ganarle tiempo a la muerte.
Ella, aún en su tono sereno y sabio, “para trascender necesitas un poco de ayuda, como un impulso, algo que te ayude a recorrer ese camino. La masa es mi aliada y está haciendo su trabajo de manera amorosa, me está ayudando a recorrer ese camino. Ya cumplí con mi deber aquí, ya hice lo que tenía que hacer, es hora de empezar mi partida.”
Muchas veces no es fácil entender esas palabras cuando toda tu vida te han enseñado a que debes luchar contra la enfermedad y la muerte, combatirlas como si fueran tus enemigas, unas ladronas de vidas. Y aquí estaba Luna con toda su sabiduría enseñándonos sobre su perspectiva de la enfermedad. Ella no sentía que debía deshacerse de nada, ni que esa masa fuera mala. La aceptaba como aceptaba la situación. Era su momento.
Luna era una gata de 17 años, de los cuales había compartido 13 con mi pareja y para ella no era nada fácil aceptar la situación. Yo había llegado a la vida de Luna no hacía mucho, y aunque podía ver la situación con cierta distancia, sentía mucho amor y respeto por Lunita. Sabíamos que era importante empezar a soltarla, y prepararnos para el duelo.

Los cuidados paliativos. 5 meses después de haberle encontrado la masa, ésta había crecido 3 veces su tamaño. Veíamos que cojeaba al caminar, no podía dar saltos con facilidad, y le había empezado a sangrar la masa. Ahora sí le dolía, no era un momento fácil. La cirugía era riesgosa por su edad, ella no quería la cirugía, aún no era su momento de trascender así que la eutanasia estaba descartada, pero verla doler y sangrar era muy difícil. Me volví a conectar con ella y le pregunté, ¿es posible negociar la cirugía?
Y ella, serena y paciente me dijo, “la cirugía no la necesito, pero entiendo que ustedes necesitan hacer lo que sientan que es lo correcto para mí.”
La cirugía se hizo y fueron tres meses de cuidados paliativos. Debíamos hacerle curaciones dos veces al día, y mi pareja aún guardaba la esperanza de que se curara y estuviera un rato más con nosotres; yo mientras tanto, aprendía sobre el cuidado sin saber muy bien qué esperar de aquella situación.
Una amiga nos recordó que los cuidados que le brindábamos a Luna, eran cuidado paliativos, es decir que no eran cuidados para que se curara sino para que pudiera hacer su recorrido de la mejor manera. Con el tiempo he ido entendiendo sobre lo sagrado de la muerte y de la importancia de honrar ese proceso que implica soltar el cuerpo, así como honramos el proceso de nacer. 2 días antes de que Luna trascendiera tuvimos nuestra última conversación.
Le pregunté, “¿cómo te estás sintiendo?”
Luna: “estoy tranquila. No le tengo miedo a la muerte ni a trascender. Pero me preocupa que quizás Claudia no tenga ese mismo nivel de aceptación, que aunque lo oculta muy bien y pretende aceptarlo hay una parte de ella que aún le cuesta soltarme, o que le da miedo, como si una parte de ella sintiera no saber qué hacer si no estoy.”
Le pregunté, “¿qué piensas sobre la muerte?”
Luna: “He nacido y he muerto muchas veces ya, he tenido muchos tipos de vida, muchos tipos de muertes. He cumplido mis misiones estando encarnada y también he tenido misiones siendo espíritu únicamente, siendo guardián, ángel. Es muy amplia mi experiencia de vida para podértela mostrar toda, pero he vivido lo suficiente para no temerle más a la muerte, para no temerle a la incertidumbre a lo que pueda pasar; la muerte es un nuevo inicio, un nuevo camino, un nuevo capítulo, sé que mi vida como alma continuará. Seguiré ayudando y seguiré acompañando, seguiré siendo un ser de luz, encarnado o no.”

Yo, “¿Y físicamente cómo te sientes?”
Luna: “Mi cuerpo me pesa, me duele, me deja poco a poco, ya no hay mucho que quede de él, no sufro, pero me es difícil estar. Procuro soltar la ilusión de este cuerpo, ir a otros estados mentales para no engancharme al dolor. No es fácil, a veces lo siento, me ahoga, pero no me siento tan mal como ustedes creen que estoy. Ustedes por el contrario se enganchan a la ilusión de la enfermedad y del dolor, del peso del cuerpo, y solo logran ver eso, se bloquean y se asustan. ¿Por qué se asustan? ¿Qué les asusta? Es un cuerpo agonizando, es un alma soltando la materia lentamente, es un alma terminando su ciclo, no hay por qué asustarse. Yo soy más que este cuerpo, medito durante el día, y cuando hago esto logro soltar el dolor, no porque ya no haya dolor, sino porque no me engancho a él, no pongo mi atención en el dolor que siente mi cuerpo, no pongo mi energía ahí, pongo mi atención y mi energía en otra parte.
“Cuando pones tu atención y tu energía en el dolor, te enganchas a esa realidad que estás co-creando, te enganchas a la ilusión de ese 3D como única verdad, y en consecuencia duele mucho e incluso sufres como les pasa a ustedes cuando me ven que siento dolor. Pero cuando abres el lente, logras ver realmente lo amplio que es tu ser y puedes poner la atención en otro estado de tu ser, en un estado más espiritual y más amplio que no se limita a esta materia, y entonces dejas de sentir ese dolor porque no te enganchas a él. Por unos instantes logras olvidarlo, dejar de sentirlo, olvidas que está eso ahí. Eso hago yo. Me dejo ir a otros estado de mi mente, de mi ser, no me engancho a la materia como única existencia de lo que soy, como única referencia de lo que soy. Me hago más grande, suelto la ilusión.”
Yo, “¿qué ha significado para ti esta enfermedad?”
Luna: “Para irnos, necesitamos abandonar el vehículo, necesitamos que se le acabe el combustible, que se apague, se detenga, al fin y al cabo es parte también de nosotros, pero no es todo nosotros, y hay que dejarlo ir. A veces, como en mi caso, la enfermedad ha sido la herramienta para ayudar a parar este motor, este cuerpo; ha sido mi aliada, mi cómplice, ha sido la que he escogido para soltar, para trascender. Para mi ha sido una enfermedad amorosa, y ha estado bien. Lo difícil ha sido vivirla junto a ustedes, porque ustedes ponen toda la carga emocional de la enfermedad, del dolor, de la cirugía, de qué va a pasar, se llenan de preguntas innecesarias, se angustian, se enganchan a la materia una vez más, sufren, y eso hace que mi proceso sea más difícil, porque no me ayuda a soltar de una manera más fluida. No le temo a la enfermedad porque me enseña, porque me habla, porque me acompaña, porque hace parte. No lucho contra ella, no intento derrotarla, la dejo ser, porque llega y viene como una mensajera que me dice que mi momento ha llegado y que es hora de empacar las maletas. Hay que escucharla y entender su mensaje, actuar sobre el mensaje, no luchar contra él. Cuando dejas de luchar contra la enfermedad, dejas de sufrir, dejas de pelear, te abres a entender, y cuando haces eso, es cuando sanas, cuando realmente sanas.”
Le agradecí a Luna por compartir su sabiduría y enseñarme tanto en tan poco tiempo. Me acordé de una comunicación que había tenido hace casi un año con un perrito moribundo que me decía, “diles que me despidan desde el amor, no desde el miedo.” Aquella vez había entendido que al hacer esto elevábamos la vibración de la situación para que su trascender estuviera iluminado y fuera más fácil para él soltar su cuerpo físico. Sabía que aunque lleváramos varios meses soltando a Luna, aún faltaba un poco más, debíamos soltarla desde el amor, no desde el miedo. Meditamos con mi pareja sobre lo que nos había transmitido Luna, soltamos lo que faltaba por soltar, agradecimos, honramos su paso por nuestras vidas y honramos su camino a seguir. 2 días después, Luna transcendió y la habitación se llenó de una luz violeta, morada, cubriendo cada partícula de aire con su amor incondicional.

